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domingo, abril 29, 2007

Días de selva:::::::::::


El lugar era el sueño de todos, los cinco llegamos llenos del smog que te impregna una ciudad portuaria, pequeña pero con una gran cantidad de camiones que van y vienen trayendo y llevando hasta los barcos, cáscaras de nueces tripuladas que se empeñan en recorrer el río Madeira día tras día hasta Manaos, cinco soles mas tarde, ida y vuelta.La llegada al lugar, desconocido hasta entonces, fue el claro reflejo de lo que nos esperaba detrás de aquel pequeñisimo portón de madera que delimitaba la entrada al sitio. Para llegar a el había que caminar un pequeño puente hecho de tablones en un extraño estado de resequedad, extraño porque debajo de este puente ( y en algunas partes encima de el) se encontraba un pantano lleno de agua oscura y muchas plantas, árboles y ruidos de naturaleza...Sin saber muy bien como íbamos a ser recibidos ya que nunca avisamos (ni había forma de hacerlo) de nuestra llegada golpeamos las manos, un acto extraño si tenemos en cuenta que la imagen que estaba delante nuestro era solo un portón que no pasaba los sesenta centímetros de altura y cuarenta de ancho, el dicho puente y su pantano a nuestras espaldas, y delante una pequeña loma de grama verde que nos tapaba toda perspectiva posible del lugar...





Los primeros seres vivos, visibles, que se nos presentaron fueron dos perros, uno mas joven blanco con una gran mancha negra y brillante que cubría su lomo y se derretía hacia sus costillas con algunas manchas marrones esporádicas y dos radiantes ojos de juventud, cabeza de hocico largo y cuadrado y cuerpo atlético de perro de caza con aire de ser mas cuidador que mordedor. A su lado un perro negro muy parecido pero entrado en años que nos ladraba con la autoridad del que sabe quien manda.Atrás de ellos apareció la primer figura humana que vimos en el lugar, era un niño de no mas de siete años con el torso desnudo y una cabellera que le llegaba hasta la pequeña cintura. Nos miro y nosotros lo saludamos, le contamos mas o menos quienes eramos y que hacíamos ahí, en ese momento llegó el primer adulto que vimos. De baja estatura con un cuerpo bastante acorde y marcado, cabellos cortos y enrulados, una mirada franca y feliz nos invito a entrar y nos recibió, presentándonos a quienes no conocíamos, y saludando a aquellos que ya habíamos conocido en otro momento, que de apoco se iban acercando a ver quienes eramos los recién llegados.Así comenzó la semana... lo demás es cuento.