Algunas palabras:::::::::::::

Cuando uno pierde el hilo de aquello que nunca tuvo, pero acarició. Se forma entre medio de la realidad que nos cubre, infinita hacia los lados, inexistente hacia adelante y olvidable hacia atrás,una capa pantanosa que abriga las mas horribles criaturas que jamas pudieron ser imaginadas por monje alguno en las montañas nevadas del principio del infierno.

Aquel viejo y derretido monje hecho de arrugas y cuero curtido, caminó mil veces al abismo sin entender cual es el motivo de aventurarce.

La luz que supo ser el principio de su vida, cuando la piel suave aun cubría su cuerpo que servía de anzuelo para los mas extravagantes placeres mundanos, llegó tan lenta y humilde como pidiendo perdón por estar ahí intentando explicar que no podía estar en sitio alguno que no fuera en El. Ese momento fue a su existencia el éxtasis que buscaba, el hilo de razón que lo llevara a ese Por qué, que durante lo que creyó una eternidad buscara sin tener éxito.

Hoy, mil o un millón de tiempos que aun no sabemos contar pasaron de aquel hilo de luz. En el afán de ser él, aquel de la piel de suave y cobre se convirtió en este anciano que mira desde el interior de un cuerpo gris como si ya fuese la ceniza de un cigarro olvidado.

"El abismo sigue en el mismo sitio y el infierno se expande por debajo de los pies de las personas. Buscar aquí es inútil para quien ya busco y es necesario para quien esta a la espera".

En un suspiro que abarco toda la vida, tanto era rayo de sol como tormenta, noche cerrada y luz de manantial, el viejo monje al borde del abismo se fue, dejando en un cenicero aquel cigarro que tuvo que consumirce para poder entender por qué el fuego quema igual que el hielo.

Una luz rosa violeta del mejor atardecer se sumergió detrás del abismo en el lago oscuro y transparente que siempre estuvo esperándola.