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miércoles, junio 14, 2006


Siendo un niño alguna vez me cruce con la suerte.
En ese momento ella estaba parada a la puerta de una casa que se caía a pedazos, con rejas blancas y rojizas de lluvia de tiempo y descuido, que se encontraba en el camino que me llevaba de mi casa al colegio. Vestía con una falda de un púrpura intenso, de corte propiamente Gitano (gitano balcánico si se me permite) y una infinidad de chales de lana todos ellos muy viejos y apolillados, tenia unas ojeras pintadas de negro, cara de cansada y muchos años en su cabello de plata y sombra.
Con un ademán de su mano rugosa de piel sobrante sobre huesos duros, casi una orden muda, me detuvo por un instante, sujetó la mía con una fuerza inusitada para alguien tan viejo, y me dijo algo que no recuerdo. Claro que en ese tiempo yo no sabía que ella estaba allí, y menos aún que podía verse tan cansada de vida dura siendo quien es.
Me habló y leyó mi mano, yo creí en ese momento que no era mas que una vieja medio loca de mi barrio, donde sobraban las señoras en ese estado...
Con los años alguien me preguntó si no me molestaba haberme olvidado aquello que la suerte me dijo un mediodía del final de mi infancia, pero yo se que ella lo dijo para que me olvidara.